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Ventajas de la Navidad (por una mamá Grinch)

Reconozco que soy una persona muy poco navideña. Es una época que me cuesta bastante gestionar. Aún a día de hoy, al ir avanzando el mes de noviembre, noto como me voy estresando poco a poco; luego llega la vorágine navideña, que sea como sea ese año, siempre es un no parar durante unas 3 semanas; y después la resaca, los días posteriores, en los que estamos ahora, intentando retomar las rutinas y volver a la normalidad.

¿Por qué no me gusta la Navidad? Pues hay varias razones. Por un lado me resulta un poco abrumador tanto compromiso social, tantos eventos, con tanta gente y tan seguidos. Me encanta que haya una excusa para reunir a la familia, al menos una vez al año, y para quedar con gente con la que habitualmente no coincides; pero ese momento en el que revisas la agenda y te das cuenta de que no te quedan huecos para ti, me resulta un poco vertiginoso. Es como un pequeño paréntesis, supongo que hay que asumirlo y listo, pero a mí, que me gusta recogerme y tener momentos de relax e intimidad, me cuesta.

Y por otra parte están el consumismo ostentoso y la manipulación por parte del sistema, dos cosas que me rebientan. Creo que es muy importante fomentar un consumo responsable y, aunque está bien permitirse algún exceso de vez en cuando, en esta época considero que se nos va de las manos; entre la decoración, la comida y los regalos ya tiene tela la cosa, pero además añádele los mercadillos, actividades, eventos… que se organizan desde las entidades. Consumo, consumo y más consumo. Si todo esto se concentrara en días puntuales me parecería razonable. Pero no es así, son 3 semanas (y más, a veces mucho más) con las luces, las comilonas, las compras… un continuum de consumo extraordinario. Y es bien difícil salirte de la norma, cada vez es mayor la fuerza que te empuja a formar parte de ello y a seguir los patrones de la mayoría. Puedes hacer algunas cosas diferentes; por ejemplo, en mi casa no ponemos decoración y, si mi hijo empieza a pedirla, buscaré la manera de que sea lo más sostenible posible, y de aportarle nuestra propia personalidad. Pero en la mayoría de cuestiones sigo a la masa y procuro disfrutarlo lo más posible. Eso sí, siendo siempre consciente de que todo forma parte de una manipulación, de que los medios y la publicidad están condicionando muchas de las decisiones que tomamos para celebrar estas fiestas (algunas de las cuales ni siquiera tiene sentido celebrar en un estado laico, pero bueno, aún así forman parte de nuestra tradición).

Con estos planteamientos diréis: esta chica se ha equivocado en el título del post, jajaja. Pues no, ahora voy al meollo y os cuento mis reflexiones positivas. Porque otra cosa que me define, aparte de mi aversión por la Navidad, es que intento ver el lado positivo de cada situación, y buscar una mejora constante en todos los aspectos de la vida. Así que vamos a arrojar un poco de luz sobre esto:

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Ventaja 1: Con tantos juguetes nuevos, el peque está la mar de entretenido haciendo cosas productivas. Sí, la casa está invadida de cosas, hay que recolocar, despejar, etc. Pero es que de repente él se pasa las horas jugando sin parar. Va rotando de uno a otro, pasando varias veces por sus favoritos, experimentado, investigando, aprendiendo, divirtiéndose mucho. Y, sobre todo, apenas pide tele y pantallas, que últimamente se estaba convirtiendo en un asunto difícil de gestionar. Estoy encantada de verle tan concentrado y feliz.

Ventaja 2: La magia forma parte de nuestras vidas durante unos días. Nunca tuve claro qué haría si sólo fuera decisión mía, quizá no le contaría historias sobre los personajes que nos visitan y traen regalos esos días, no lo sé. Pero bueno, como formamos parte de un contexto social que tiene mucha importancia en nuestras vidas, y que hay que cuidar y respetar, nos unimos a esto también. Y de repente me veo que soy yo la que más insiste en la historia, contándole una y otra vez que va a venir tal personaje, que le va a traer regalos, que le han dejado regalos en varias casas (algunos aún no los hemos recogido, jeje), que como saben que tal persona le conoce y le quiere mucho pues también le han dejado un regalo ahí… Y es algo muy bonito, la verdad, lo estoy disfrutando. Él aún no se entera mucho, el año que viene habrá que tomárselo más en serio, pero a mí ya me está molando.

Ventaja 3: Salimos de la rutina, vivimos experiencias nuevas y diferentes, y eso siempre es enriquecedor. En esos días vemos a gente con la que no quedamos habitualmente, a algunos sólo les vemos una vez al año. Además, incluso con los que sí coincidimos a menudo, como los abuelos, hacemos cosas distintas, comemos cosas diferentes, incluso nos comportamos de otra manera. Uno de mis grandes objetivos en la educación de mi hijo es aportarle la mayor variedad de experiencias posibles, para que descubra qué le gusta, profundice en su autoconocimiento y se desenvuelva cómodamente en diversos contextos. En estas fechas eso viene dado, no hay que buscarlo, y es de agradecer.

Ventaja 4: Los niños son tenidos en cuenta. Esto tiene su parte triste, porque significa que no siempre es así; hay muchos lugares, actividades y situaciones que obvian su existencia, no se preocupan por su comodidad ni por su bienestar; se les considera seres molestos, asunto de sus padres y punto. No digo que deban formar parte de todo, hay cuestiones que son exclusivas de los niños y otras de los adultos, y está bien que así sea. Lo que me entristece es que se les excluya tanto, que hayamos llegado a un punto en que te tengas que plantear «¿A dónde vamos, que voy con el niño?», y no haya muchas opciones. Pero bueno, ya reflexionaremos sobre esto. Lo bueno de la Navidad es que sí se piensa en los niños, hasta en los telediarios se les tiene en cuenta. Lo compartimos todo con ellos, disfrutamos juntos, practicamos la integración. Es precioso cuando esto sucede, nos aporta muchísimo a todos.

Ventaja 5: Es un contexto perfecto para plantear actividades significativas. Las posibilidades son infinitas, y dependiendo de las edades ya ni te cuento. Podemos preparar recetas con ellos, hacer un calendario de adviento, crear nuestra propia decoración, regalos, postales… ver películas y leer cuentos ambientados en Navidad, cantar canciones, investigar sobre el origen de los personajes, las tradiciones…hacer juegos con vocabulario específico, inventar cuentos, grabar un vídeo musical… La cuestión, como siempre, es partir de algo que les interese y les motive, y estar atento a sus propuestas; se trata de acompañarles en el proceso de aprendizaje, y no tanto de dirigirles.

Bueno, ¿y a vosotros qué os parece? ¿Sois de los que os gusta la Navidad o, como a mí, os da un poco de repelús? ¿Se os ocurren más ventajas?

La música en nuestra familia (y algunas recomendaciones)

Para empezar, os dejo la que viene siendo nuestra banda sonora en casa últimamente:

Se trata de la canción de Chocolata, el primer tema del libro con CD «Máis contos en cantos» (editado por OQO), de Almudena Janeiro, una de nuestras últimas adquisiciones musicales. La verdad es que el ejemplar está lleno de temazos, pero Chocolata debe de tener algo especial, porque desde la primera audición a mí se me pegó y a él le encanta; la uso para dormirle, en la ducha y en cualquier momento.

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La música es muy importante para nosotros. Tanto papá como mamá tenemos una relación profunda con ella, él con la percusión y yo con la cuerda. Ambos, aunque de maneras muy diferentes, hemos estudiado música, hemos tocado en grupos, hemos compuesto temas. La verdad es que él es más músico (en el sentido de intérprete), y a mí me gusta más utilizar la música como recurso para mi trabajo. En cualquier caso, como os podéis imaginar, en casa hay muchos instrumentos: violoncello, guitarra, congas y mucha pequeña percusión. ¡Ah, y ahora también un guitalele, que el otro día fue el cumple del peque!

La segunda mitad del embarazo, íbamos a una actividad de musicoterapia prenatal, preciosa y maravillosa, impartida por Carla López, de Musicoterapiactiva. Y también fuimos varias veces a los ensayos del grupo de papá y a conciertos. Todo esto se notó cuando el peque nació; conecta con la música, le relaja, ha sido un recurso importantísimo desde su primer día de vida. Nunca perdemos oportunidad de llevarle a conciertos, de que experimente con instrumentos, escuchamos música con él, cantamos muchísimo… Y al poco de nacer empezamos a ir a la actividad de musicoterapia para bebés que también imparte Carla en su centro; y es una auténtica gozada ver su evolución, cómo va reaccionando, cómo interactúa, se emociona, disfruta… es un tiempo valiosísimo para nosotros.

Quiero haceros un par de recomendaciones más. Hay un disco que nos encanta a los tres desde el principio; las primeras veces que lo escuchamos el bebé se quedaba como hipnotizado. Se trata de una recopilación de versiones de nanas gallegas (cantigas de berce), con unos arreglos espectaculares, yo diría que recomendable aunque no tengas bebés, porque es preciosísimo. Se llama «Non hai berce coma o colo» (editado por Kalandraka).

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Y, por último, «Fíos do querer» (editado por Miudiño), de Cé orquestra pantasma. Este fue su primer concierto, no tenía ni un mes el peque. Fue una presentación del disco en una librería, para niños de 0 a 3 años, y el mío era el más peque de todos. Recuerdo que en cuanto empezó la música se relajó y durmió todo el bolo; se le veía tan plácido y feliz. El repertorio me encantó, son canciones que incluyen propuestas dinámicas para jugar con los niños o para introducir en situaciones de la vida cotidiana, una lindura:

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Aquí os dejo una pequeña muestra de este último:

Antes de despedirme, quisiera puntualizar una cosa. No sólo escuchamos música «para bebés» o música «infantil», escuchamos de todo, lo que surja o lo que nos pida el cuerpo. En este post os recomiendo 3 discos específicos para niños porque es música que he descubierto a raíz de mi maternidad, no porque considere que haya que diferenciar entre música «para niños» y música «para adultos». La música es música, para todos, es un lenguaje universal. Creo que lo más importante es que sea significativa para vosotros, eso hará que los peques conecten también con ella. Cread vuestra propia banda sonora familiar sin restricciones 😉

¿Y tú qué? ¿Cuáles son vuestras músicas especiales en familia? ¿Tienes alguna recomendación que te apetezca compartir?

¿Pides permiso cada vez que vas al baño?

Uno de esos hábitos que tendemos a inculcar a los niños y que, si te pasar a pensarlo, no se va a corresponder con la realidad en su vida adulta (a no ser que estén en prisión), es el de pedir permiso para ir al baño. Lo tenemos interiorizadísimo. En la escuela (o en campamentos, actividades extraescolares…) hay una norma que se repite una y otra vez: si quieres ir al baño tienes que levantar la mano y, cuando te concedan la palabra, pedir permiso para ir, a ver si te dejan o no. Imaginaos el mismo proceso en otro contexto, o con otra edad; resulta ridículo, ¿verdad?

El tema es, ¿cuál es el objetivo de esto? Para mí se reduce a una cuestión de seguridad. Cuando un adulto está a cargo de un grupo de menores, es necesario tener controlados a todos los miembros en todo momento. Por tanto, si uno va al baño hay que saberlo. ¿Creéis que los niños tienen esta idea en la cabeza? Porque yo creo que lo que les estamos transmitiendo con este proceso es sumisión y falta de respeto a su intimidad y a sus necesidades. ¿A qué viene que todo el grupo se entere de que esa persona va al baño? ¿Y si es una persona pudorosa y, por no decirlo en voz alta, se aguanta las ganas, lo cual es contraproducente para su salud?

Para mí, este es sólo un ejemplo de cómo la escuela (y hablo de la escuela convencional y generalizando, sé que hay centros y profesionales que manejan el tema de una forma más respetuosa y coherente) es un ambiente artificial, poco significativo en el mundo real, y peligrosamente parecido al sistema penitenciario en muchos aspectos.

Ah, y otro proceso habitual, el de llevar a todos los niños al baño a la vez y obligarles a hacer pis. A mí me resulta surrealista. Entiendo que a veces, por cuestiones de tiempo, estructura de los espacios, ratios y demás, es más práctico llevar a todo el grupo al baño a la vez en determinados momentos. Y yo, como educadora profesional que soy, también lo hago. Pero obligar a alguien a hacer pis… no me entra en la cabeza; quien quiera que vaya y quien no, pues no.

Yo, si un niño me pide para ir al baño, le dejo ir; de hecho suelo contestar: «Por supuesto», porque no concibo que alguien no pueda ir al baño cuando quiera. Evidentemente, si con un niño o grupo concreto el tema se complica porque utilizan las visitas al baño para otras cosas, pues habrá que gestionarlo y aplicar medidas. Pero no creo que a priori haya que considerar que va a haber problemas, hay que prevenir y, en caso de que surjan, buscar soluciones, pero siempre con respeto y coherencia.

He aquí mi propuesta: plantear a los menores las cosas como son, ni más ni menos. Explicarles que necesitamos saber dónde están si abandonan el espacio común, porque si no, no nos enteraríamos si les pasara algo; así que es necesario que, cuando necesiten ir al baño, nos avisen antes de salir. Es mejor que se acerquen al adulto y se lo comuniquen en bajo, para no interrumpir la dinámica del grupo. Y ya está, es muy sencillo. Cambiar el «pedir permiso» por el «avisar».

¿Tú cómo manejas este asunto? ¿Y cómo te gustaría que lo hubieran manejado cuando ibas a la escuela?

Lecturas recomendadas: «Cómo multiplicar la inteligencia de su bebé»

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Yo no soy de métodos, me gusta tomar lo que me sirve y utilizarlo a mi manera, sin doctrinas y sin cerrarme a otras opciones. Pero cuando descubrí este método, leyendo a Laura Mascaró, me llamó mucho la atención y me dio muchísima curiosidad. Especialmente, porque la «Ley Infalible» es:

«Si usted no lo está pasando de maravilla, o si su hijo no lo está pasando de maravilla, déjenlo. Están haciendo algo mal»

Así que decidí comprar el libro y profundizar un poco en el tema.  Aún no hemos empezado a aplicarlo, pero la verdad es que la teoría me ha convencido y me apetece mucho ponerme a ello; en los próximos meses empezaremos el programa de lectura, ya os iré contando.

Para introduciros un poco en el tema, lo que propone Doman es una serie de programas a realizar con el bebé para introducirle en la lectura, las matemáticas, etc a través del juego. Todo con materiales que fabricas tú en casa (con cartulina blanca, rotuladores y poco más); las actividades se distribuyen en sesiones muy breves en las que se van introduciendo poco a poco elementos nuevos (por ejemplo, la lectura empieza con palabras sueltas, luego pasas a las parejas de palabras, luego oraciones…). En la sesión tomas un conjunto de cartulinas, las muestras al bebé y le dices lo que pone. Todo ello siguiendo unas pautas y recomendaciones muy concretas pero, a mi modo de ver, muy coherentes, y lo suficientemente abiertas como para que se puedan adaptar a cada caso particular (que es algo para mí fundamental, no todos los niños son iguales, ni todos los adultos, ni todas las circunstancias… así que la flexibilidad nunca sobra).

A mí se me presenta un dilema con todo esto, y es que no soy partidaria de sobreestimular a los niños, y considero perfectamente válido no forzar el aprendizaje de la lectura y esperar a que cada uno aprenda cuando quiera (creo que, en la sociedad en que vivimos, van a  aprender de un modo u otro, siempre que en su contexto se les motive mínimamente: que vean que los adultos leemos, que compartamos lecturas con ellos, que juguemos con la palabra escrita…). Pero, por otra parte, la lectura es la puerta a la gran mayoría del resto de aprendizajes, y facilitar ese recurso cuanto antes no está de más. Además, si realmente aprenden así y podemos ahorrarles el tedio de «la M con la A, MA…», pues mejor que mejor. De todas formas, en este método no se pide al niño que lea, ni se le soborna ni nada, se le lee y, si el lee espontáneamente, estupendo, pero si no nada; todo dependerá de la edad en que se realice el programa, del niño y del adulto en cuestión, supongo que habrá de todo.

Yo le leo a mi bebé desde que nació, y ahora, con 5 meses recién cumplidos, disfruta muchísimo de esos momentos y muestra un interés enternecedor. Mi objetivo no es que sea un devorador de libros ni nada parecido, simplemente quiero facilitarle este gran recurso y ya veremos a dónde nos lleva.

¿Alquien ha aplicado este método y quiere compartir su experiencia con nosotros?

 

También te recomiendo:

“La crianza feliz”, de Rosa Jové

“El cerebro del niño”, de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson

Lecturas recomendadas: «El cerebro del niño»

cerebroniño

Este libro llegó a mí por casualidad, no lo busqué, y reconozco que empecé a leerlo recelosa, con algún que otro prejuicio. Pues al final me encontré con una grata sorpresa, es un libro tremendamente ameno y práctico.

El principal concepto que se desarrolla en él es el de integración, es decir: «unir distintos elementos para crear un todo que funcione debidamente». Esto, aplicado al cerebro (integrar ambos hemisferios, la parte superior con la inferior…). Puede sonar muy técnico todo, ya que es necesario entender a grandes rasgos de qué se ocupa cada parte del cerebro, pero, en definitiva, lo que aporta este libro es un montón de casos prácticos y de consejos de muy sencilla aplicación para ayudar a los peques, a través de la experiencia, a desarrollar un cerebro resistente y bien integrado.

En cada capítulo explica el tema, por ejemplo, la integración de ambos hemisferios, de qué se encarga cada uno, etc. y después aporta una serie de estrategias a aplicar. También ejemplifica con casos prácticos y con viñetas. Y, un detalle que me encanta, aporta recursos gráficos para explicar a los niños de qué va esto del cerebro, sus hemisferios y demás. Al final del libro hay un esquema que se llama «Hojas para la nevera», que se puede utilizar a modo de recordatorio.

Como veis, el enfoque es tremendamente práctico, y adaptado para que todo el mundo pueda entenderlo, disfrutarlo y aplicarlo.

 

También te recomiendo:

«La crianza feliz», de Rosa Jové

Tarxeta Benvida, una ayuda plagada de incoherencias

*Edito para deciros que este artículo tiene más de 3 años, por lo que está totalmente desfasado. Lo escribí cuando la Tarxeta Benvida empezaba a existir, y ahora (estamos en agosto de 2019) su funcionamiento es muy diferente. Escribo esta nota porque, para mi sorpresa, cada vez que entro a revisar los comentarios del blog me encuentro con comentarios pendientes de aprobación para esta entrada, y simplemente me parece que a estas alturas ya no tiene mucho sentido. Si en algún momento vuelvo a ser usuaria de esta tarjeta, escribiré la segunda parte. De momento, simplemente informaros de que lo que vais a leer aquí no está actualizado. Aún así, agradezco los vuestros comentarios, por supuesto, aunque pido respeto, que muchas veces no lo hay (yo publico todo igual, eh?). Gracias 😉

 

 

Incoherencia número 1:

Como sabéis, mi bebé nació en febrero. Ya en el Hospital nos dieron la información para solicitar esta ayuda, que consiste en una tarjeta, con un saldo de 100€/mes durante los 12 primeros meses de vida del bebé, es decir, un total de 1.200€. Hemos recibido la tarjeta hoy, en mayo, cuando llevamos cerca de 4 meses de vida (y, por tanto, de gastos). Yo, ilusa de mí, pensaba que el saldo inicial sería de 400€. Pues no, era de 100€. Así que llamo a la Xunta y la persona que me atiende me cuenta que, efectivamente, el total va a ser de 1.200€, pero que «a lo mejor» y recalco «A LO MEJOR» en junio me ingresan 200, en julio otros 200, y así… Vaya, que nos espera un añito de ir controlando mes tras mes, a ver si al final el total es el que tiene que ser. En fin…

 

Incoherencia número 2:

Instrucciones de uso: «Esta tarxeta está destinada á compra de produtos infantís en farmacias, parafarmacias, supermercados e tendas de alimentación». Reproduzco el diálogo aproximadamente, no lo recuerdo con exactitud:

-¿Se puede comprar comida?

-Sí, potitos, leche…- una manera estupenda de promover la lactancia materna, ¿verdad?, ahí, con un par.

-Pero mi hijo se alimenta de leche materna, con lo cual de momento no vamos a comprar comida; y después, cuando empiece con los sólidos, ¿se puede utilizar para frutas, verduras…?

-Tienen que ser cosas para el bebé, no podéis gastarlo en comida para vosotros.

Total, que no me queda claro, ¿una manzana se considera producto infantil? Y, ya poniéndome en modo ridículo, ¿cómo hago, cojo 2 bolsas de manzanas, unas de bebé y otras de adultos, y en casa las separo o les pongo nombre? A ver, por favor, un poco de sentidiño. A mí me parece bien que haya cierto control sobre en qué se gasta el dinero, pero entiendo que gastarlo en comida para mamá es lícito, ¿no se alimenta el bebé de mi leche?¿Y no necesita el bebé que papá y mamá están bien alimentados y puedan cubrir sus gastos para favorecer una crianza óptima?

 

Incoherencia número 3:

Estamos en el punto de ¿en qué gastamos hasta que empiece con sólidos? Y claro, me menciona los pañales. Le digo que usamos pañales de tela y que ya están comprados (no es cierto que los usemos, aunque tenemos intención de hacerlo todavía no nos apañamos bien con ellos, pero quería saber qué me decía). Su primera reacción fue reirse. Y ya empezó la super lista de cosas en que podemos invertir, además del comentario «Los pañales de tela también se gastan». Repito, en fin…

Aún no sé cómo gastar 100€/mes antes de la alimentación complementaria, en caso de que haya lactancia materna y pañales de tela (y que el niño esté sano, claro). Eso sí, el dinero no caduca, se va a cumulando; con el límite de los 12 meses, claro.

 

Incoherencia número 4:

Empieza a decirme todo lo que se le ocurre: ropita, sillita, cuna, saco… Y le digo: «Pero la tarjeta no se puede usar en tiendas, ¿no? Sólo en farmacias, parafarmacias, supermercados y tiendas de alimentación.» Su respuesta: «Sí, correcto.»

En este momento ya opté por despedirme y colgar.

 

Incoherencia número 5:

Para mí esta es la más grave. El mensaje claro y que me repitió esta persona varias veces es que no podemos gastarnos el dinero en nosotros, tiene que ser en el bebé. Bien (bueno, bien no, creo que debería poder gastarse en la familia en su conjunto), pero es que los grandes gastos se hacen antes de que nazca el bebé y al principio de su vida (cuna, carro, sacaleches, portabebés, pañales de tela o lo que sea). A estas alturas el bebé ya tiene de todo, lo que necesitamos es dinero para reponernos de esos gastos, necesitamos poder invertir en todo lo demás, que ha quedado en segundo plano esta última temporada. Y, si tiene que ser en el bebé, ¿por qué limitarnos tanto? ¿Por qué no incluir actividades y servicios para el bebé, o productos que se adquieren por otras vías, por ejemplo en sesiones de fisioterapia si el bebé sufre de cólicos? ¿O para la mamá, cubrir actividades de postparto, productos o asesorías de lactancia? Se me ocurren tantas cosas…

 

Incoherencia número 6:

Aunque esta ya no me afecta, no puedo dejar de mencionarla. ¿Por qué sólo ayudar a familias cuyos bebés nacieron a partir de una fecha determinada? ¿Y todas aquellas familias que se encuentran en la misma situación pero cuyos bebés nacieron algo antes?

 

 

Creo que esto no tiene ni pies ni cabeza. Espero haberme expresado con claridad y coherencia a pesar del cabreo, no quisiera pecar de lo mismo que estoy criticando.

¿Alguien que esté utilizando la tarjeta nos quiere contar su experiencia? ¿Se os ocurren más cosas que debería cubrir una ayuda de este tipo?

¿Ya has visto el documental «Enséñame pero bonito»?

Ya compartí en su día mis reflexiones acerca de «La educación prohibida» , “Quando sinto que já sei” e «Imagine Elephants». Hoy es el turno de «Enséñame pero bonito».

Cuando se estrenó en youtube lo vi por primera vez, y hace unas semanas tuve el placer de asistir a una proyección a la que siguió un coloquio con su directora Sara Moreno, psicóloga entre otras facetas (puedes visitar la web del documental para conocerla mejor e investigar un poco acerca del proyecto).

Esta película es un recorrido por distintas alternativas educativas en el territorio español. En ella, diversos educadores nos van contando cómo funcionan sus metodologías, cómo son esos espacios, qué opinan de diversos aspectos educativos, cuál es la situación de este tipo de proyectos en España…). De visionado fácil y agradable, con muy buen ritmo y sin florituras, lo recomiendo encarecidamente porque creo que es una realidad que debemos conocer, que tenemos la obligación de conocer (queramos optar por estos sistemas o no, hay que estar informado para opinar, siempre).

En referencia a lo que se habló en el coloquio y en otros eventos similares a los que he asistido, querría puntualizar una cosa. Tenemos el hábito de opinar tajantemente sobre cómo se deben hacer las cosas, lo que nos lleva a consumir mucha energía e invertir mucho tiempo en discutir (tiempo que estamos quitando a los niños, que son los perjudicados de un sistema que no funciona y que no les apoya en su camino -ojo, que no hablo de los profesionales, hablo del sistema-). Y, en este proceso, olvidamos que el objetivo de mejora y de cambio del paradigma educativo, es algo en lo que estamos todos de acuerdo, es eso lo que nos une; no lo olvidemos, porque es fácil convertir eso que nos une en eso que nos separa, y alargar así más el proceso. Yo creo que es importante que cada uno luche a su manera; y que no hay una opción correcta, todo depende (del niño, de la familia, del educador, de las circunstancias, de tantas cosas…). Hay que dejar de lado los egos y atender a los niños, que de eso se trata.

Si te apetece ver este precioso y valiosísimo documental, aquí lo tienes:

 

Si os apetece, podéis completar el visionado con esta entrevista a su directora y a una de las colaboradoras, Laura Mascaró:

Lecturas recomendadas: «La crianza feliz»

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Este libro es, sencillamente, IMPRESCINDIBLE.

Y podría acabar la entrada así, jeje, pero bueno, me extenderé un poquito más.

Rosa Jové, su autora, especialista en psicología infantil y antropología, es una persona a la que admiro muchísimo. Aparte de que coincido prácticamente 100% con sus opiniones y principios acerca de la crianza, su estilo como escritora me resulta delicioso: es cercana, directa, clara y tiene un gran sentido del humor. Además, a lo largo del libro facilita muchísimos recursos complementarios (webs, asociaciones, estudios, artículos, bibliografía…).

Aunque el subtítulo del libro es: «Cómo cuidar y atender a tu hijo de 0 a 6 años», creo que no debe limitarse su lectura a padres con niños en estas edades, ni siquiera me basta con ampliarlo a los educadores. Creo que es un libro válido para cualquier persona que viva en sociedad, porque, como he dicho muchas veces, todos somos agentes educadores, de una manera más o menos directa, y es un tema sobre el que me parece imprescindible estar bien informado.

Especialmente importante es la primera parte, «Una vida en nuestras manos», ya que habla de conceptos muy generales e interesantes (a mí estas cosas me apasionan, pero creo que, aunque no sean tu tema favorito, puedes disfrutar mucho con esta información, sobre todo, personalmente, he disfrutado muchísimo con el capítulo 2, «El desarrollo armónico del niño»). En la segunda parte, «Quién educa a nuestros hijos», habla de los distintos agentes educadores y sus roles. Y la tercera, «Soluciones prácticas», es más una sección de consulta sobre temas concretos (la alimentación, el sueño, las rabietas, el uso del chupete…).

Es muy práctico, porque todo aparece organizado por edades y cada capítulo incluye un resumen final, con lo que puedes ir directamente a lo que te interesa de manera rápida y sencilla (este aspecto también me encanta, porque soy una persona muy estructurada, me gusta tenerlo todo esquematizado y optimizar recursos al máximo).

En serio, no dejes de leerlo, especialmente si estás pensando en tener hijos, vas a tenerlos pronto o ya los tienes; o si dedicas parte de tu vida profesional y/o personal a la educación o cuidado de niños pequeños. Evidentemente, es importante que comulgues con ciertas ideas, por ejemplo, que tu modelo de crianza ideal se base en el amor, el respeto y la empatía como pilares fundamentales; pero, sea este tu caso o no, no rechaces la lectura de esta maravilla, puedes sacarle mucho partido, te lo aseguro. A mí me ha cundido cada frase, de principio a fin, y sé que es un libro que me va a acompañar mucho tiempo, quizá toda la vida.

Espero que este artículo te haya resultado útil y, si te apetece dejar un comentario, me encantaría leerte. Saludos 😉

 

También te recomiendo:

«El cerebro del niño», de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson