¿Alguna vez te has sentido «un poquito violada/o»? Yo sí

Es terrible, pero lo raro es que, como mínimo, no te hayas sentido «un poquito violada» alguna vez en tu vida. Es una lacra aparentemente masiva. Últimamente, series cojonudas (permitidme la subjetividad) como «The handmaid’s tale» o «Big little lies» nos están alertando de lo que puede pasar, de lo que ya está pasando, en este mundo machista y patriarcal. Y, a su extraña manera, la realidad a menudo supera a la ficción.

Hace pocos días del deleznable veredicto en el juicio del caso de La Manada, y las redes sociales están que arden con el tema (y todos los subtemas que conlleva). En este contexto, me ha apetecido contaros mis experiencias personales, esos momentos en los que me he sentido acosada o sexualmente agredida.

Así a bote pronto me vienen a la cabeza 3 episodios. Los voy a contar en orden cronológico, pero al revés. En el más reciente tendría yo unos 26 años o así. Iba caminando por la calle de mi ciudad, zona céntrica, alrededor de las 8 de la tarde, había bastante gente. Noté una presencia inquietante detrás de mí. Lo cierto es que no recuerdo muy bien cómo fue la cosa, pero sé que era un tipo joven, sucio (tengo en la cabeza una imagen de sus dedos con manchas rojas, como de sangre seca) y como ido, muy turbio. En un momento dado, me tocó el culo; supongo que salté y grité algo, no me acuerdo, la verdad. Recuerdo claramente la sensación de asco e inquietud.

Unos años antes, cuando aún vivía en Madrid (tendría 23 años), estaba en un local por la noche tomando unas copas con varios amigos. En un momento en el que no estaba ninguno cerca, se me acercó un tío, bastante borracho, y empezó a preguntarme cosas que ni recuerdo; yo no quería darle pie, así que le iba contestando con monosílabos, bastante seca, a ver si se daba por aludido y me dejaba en paz. Pues se ve que en algún momento lo pilló, porque de repente me suelta (y esta frase no la olvidaré en la vida):

-¿Tú qué pasa, que tienes el coño más grande que la puerta de Tebas?

Esa vez sí que reaccioné, no recuerdo lo que le dije, pero vamos, le puse bien en su sitio por faltarme al respeto de semejante manera.

Vamos con la historia más antigua, la más fuerte y la que recuerdo con mayor nitidez. 19 añitos, llevaba muy poco tiempo viviendo en Madrid. En un trayecto en metro, en el que iba sola, estaba de pie agarrada a una barra. Había bastante gente, típica situación de ir en el metro modo sardinas en lata. Yo llevaba una bufanda bastante larga. Y en esto que me doy cuenta de que un tío tiene la cola de mi bufanda entre su mano y su cuerpo. Me resultó raro, pero pensé (quise pensar), que era algo casual, la aparté discretamente y listo. El impresentable en cuestión tendría unos 50 años, no muy alto, pero anchote (más fofo que fuerte, pero desde luego, más fuerte que yo). Pasó algo de tiempo, quizá unos minutos después de lo de la bufanda, yo iba pensando en mis cosas, y de repente noté su mano en mi entrepierna; el tío había conseguido meter sus dedos entre mis piernas, sin que me diera cuenta, ¡no me lo podía creer! Le agarré la mano para apartarle, se resistió y hubo un leve forcejeo, llegamos a una parada y se bajó. No fui capaz de articular palabra. Nadie se enteró (o no se quisieron enteran) y estábamos rodeados de gente. Llegué a casa, me cambié de ropa y eché a lavar todo lo que llevaba puesto. Fue un episodio terrible.

Estas son mis historias. Ojalá peores que las de la mayoría, desgraciadamente una insignificancia comparadas con las de muchas, muchísimas otras.

Me parece indignante cómo se nos llena la boca en nuestra sociedad hablando del machismo de otras culturas, que no digo que no lo sean, pero qué fácil es criticar al prójimo, ¿verdad? Lo que no parece que se nos de tan bien es predicar con el ejemplo.

Es una pena que tengan que pasar cosas terribles para que nos pongamos a compartir estas historias. Solo espero que nos sirva para ayudarnos unas/os a otras/os.

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