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SMLM2020

La lactancia materna me sigue haciendo feliz, 4 años después…

Pues sí, hace exactamente 4 años os contaba esto. Y ahora, no os creáis que ha cambiado mucho el tema. Mi peque es bastante más grande y hace tiempo que no tiene esa dependencia de mí, aunque continúe tomando teta; así que puedo organizarme sin problema para ir al cine, tomarme una copa puntualmente o hacer lo que me apetezca sin que interfiera en nuestra lactancia. De hecho, ya duerme fuera de casa ocasionalmente, así que hemos pasado en varias ocasiones más de 24 horas sin vernos. Y no pasa nada, si estoy presente y a él le apetece, puede tomar teta; y si no estoy, pues no, con total naturalidad.

También ha cambiado mucho mi situación laboral. Sigo disfrutando de una gran flexibilidad, pero tengo mucha más carga que antes, así que, por así decirlo, estoy disponible muchísimas menos horas para él. De nuevo, no pasa nada. Cuando estoy, estoy, y cuando no, pues no.

Con todo esto lo único que quiero decir es que se puede compaginar la lactancia materna con una vida normal. Todo depende de las prioridades de cada una, por supuesto: si tu prioridad es dar teta, puedes hacerlo (salvo casos muy excepcionales), y si tienes otras prioridades incompatibles con la lactancia, pues afortunadamente vivimos en una época donde existen alternativas, así que adelante cada una con lo que desee.

Tengo la sensación de que muchas veces se asocia la lactancia materna con una forma de esclavitud. Para mí no lo es. Para mí es una forma de libertad, porque significa bienestar, placer, es mi prioridad y mi elección; no siento que esté renunciando a nada por la lactancia, sino lo contrario, creo que renunciaría a mucho si decidiera ponerle fin. Es cierto que el inicio de la lactancia es muy duro y exigente, a veces parece que no puedes hacer otra cosa más que dar teta; además de los contratiempos que te encuentres por el camino, que son muchos y a veces muy jodidos. Como todo en la vida, hay luces y sombras, pero la luz es tan potente que lo ilumina todo. La lactancia es una manifestación del amor en su estado más puro, una conexión animal tan poderosa y con tantas ventajas para el bebé, la mamá y la sociedad (salud, economía, medioambiente….), que la única razón válida para no hacerlo, aparte de esos casos excepcionales en que no es posible, sería que a la mamá no le apetezca, es lo único que tiene sentido para mí.

En cualquier caso, yo no asociaría esa «esclavitud» (no me gusta usar esa palabra, pero creo que así se entiende el concepto) con la lactancia, sino con la maternidad. Si tienes un bebé, des teta o no la des, ese ser es totalmente dependiente de ti. No hay más. Optar por la lactancia artificial va a facilitar que la mamá pueda hacer ciertas cosas, es cierto, pero también se va a perder otras; siempre hay que renunciar a algo.

Yo nunca he querido renunciar a mi lactancia. Y cuando he reflexionado sobre esa posibilidad, siempre la he descartado al momento. No porque sea lo mejor para él, ni porque sea lo mejor para mí, ni porque lo diga ningún gurú, ni porque vaya más acorde con cierto estilo de crianza… es porque es lo que quiero. Es lo que YO quiero. Y, de momento, también es lo que él quiere. ¿Hacen falta más argumentos?

Bueno, la verdad es que la lactancia materna es un tema tan amplio y apasionante que podría seguir hablando hasta… yo que sé, hasta el infinito y más allá. Pero creo que queda clara mi visión, no?

Como hice hace 4 años, me gustaría ofreceros algunos recursos que a mí me han ayudado mucho:

  • Para conseguir información sobre todo tipo de temas relacionados con la lactancia materna, vuelvo a remitiros a Alba Lactancia y a Maternidad Continuum.
  • Otra página muy útil es la de e-lactancia, porque ahí puedes consultar la compatibilidad con medicamentos y alimentos. Es muy fiable.
  • Grupos de facebook sobre lactancia (como el de Alba Lactancia Materna), donde puedes consultar tus dudas y recibir respuestas inmediatas de otras mamás y de asesoras de lactancia que se identificarán como tal.
  • Utensilios muy prácticos: sacaleches (yo siempre usé el Medela Swing y soy muy fan, aunque ahora me compraría el doble y el top de extracción que te permite tener las manos libres) y empapadores (de los grandes para debajo de las sábanas, y también de los que se ponen en el pecho, preferiblemente de tela, que son más agradables y ecológicos)
  • Selecciona la ropa que te vaya a resultar cómoda para dar el pecho y déjala más a mano para no andar rebuscando en el armario.
  • Hazte una tabla con instrucciones para gestionar la leche extraída y déjala a mano para que la vean todos los que se la vayan a dar al bebé (yo tenía una plastificada en la nevera).

 

Y, por último, el que para mí es el gran consejo que le daría a toda mujer embarazada que quiera dar el pecho (y que quiera un consejo, claro, que si no lo pides yo paso de meterme en tu vida, faltaría más): cuando nazca tu bebé, ten a mano el contacto de una asesora de lactancia. Asegúrate de que sea una profesional actualizada, porque, en caso de necesitar sus servicios, una buen profesional puede marcar la diferencia a un nivel tan profundo que ni te lo imaginas. Para mí (que no tuve ningún problema grave, sino una situación completamente normal que me desbordó por falta de información), lo que pagué a mi asesora de lactancia, en un momento económicamente bastante delicado, fue el dinero mejor invertido de mi vida. Puede que en el hospital o en el lugar donde hayas decidido parir haya profesionales que sepan atenderte como tú y tu bebé merecéis, pero por si acaso no es así, hazte con un contacto de confianza, no lo dudes.

Me despido, solo espero que, si quieres dar el pecho, no te sientas sola y sepas que puedes. Tienes muchos recursos a tu alcance para ayudarte en los momentos difíciles. Que disfrutes muchísimo de tu lactancia.

 

Ventajas de la Navidad (por una mamá Grinch)

Reconozco que soy una persona muy poco navideña. Es una época que me cuesta bastante gestionar. Aún a día de hoy, al ir avanzando el mes de noviembre, noto como me voy estresando poco a poco; luego llega la vorágine navideña, que sea como sea ese año, siempre es un no parar durante unas 3 semanas; y después la resaca, los días posteriores, en los que estamos ahora, intentando retomar las rutinas y volver a la normalidad.

¿Por qué no me gusta la Navidad? Pues hay varias razones. Por un lado me resulta un poco abrumador tanto compromiso social, tantos eventos, con tanta gente y tan seguidos. Me encanta que haya una excusa para reunir a la familia, al menos una vez al año, y para quedar con gente con la que habitualmente no coincides; pero ese momento en el que revisas la agenda y te das cuenta de que no te quedan huecos para ti, me resulta un poco vertiginoso. Es como un pequeño paréntesis, supongo que hay que asumirlo y listo, pero a mí, que me gusta recogerme y tener momentos de relax e intimidad, me cuesta.

Y por otra parte están el consumismo ostentoso y la manipulación por parte del sistema, dos cosas que me rebientan. Creo que es muy importante fomentar un consumo responsable y, aunque está bien permitirse algún exceso de vez en cuando, en esta época considero que se nos va de las manos; entre la decoración, la comida y los regalos ya tiene tela la cosa, pero además añádele los mercadillos, actividades, eventos… que se organizan desde las entidades. Consumo, consumo y más consumo. Si todo esto se concentrara en días puntuales me parecería razonable. Pero no es así, son 3 semanas (y más, a veces mucho más) con las luces, las comilonas, las compras… un continuum de consumo extraordinario. Y es bien difícil salirte de la norma, cada vez es mayor la fuerza que te empuja a formar parte de ello y a seguir los patrones de la mayoría. Puedes hacer algunas cosas diferentes; por ejemplo, en mi casa no ponemos decoración y, si mi hijo empieza a pedirla, buscaré la manera de que sea lo más sostenible posible, y de aportarle nuestra propia personalidad. Pero en la mayoría de cuestiones sigo a la masa y procuro disfrutarlo lo más posible. Eso sí, siendo siempre consciente de que todo forma parte de una manipulación, de que los medios y la publicidad están condicionando muchas de las decisiones que tomamos para celebrar estas fiestas (algunas de las cuales ni siquiera tiene sentido celebrar en un estado laico, pero bueno, aún así forman parte de nuestra tradición).

Con estos planteamientos diréis: esta chica se ha equivocado en el título del post, jajaja. Pues no, ahora voy al meollo y os cuento mis reflexiones positivas. Porque otra cosa que me define, aparte de mi aversión por la Navidad, es que intento ver el lado positivo de cada situación, y buscar una mejora constante en todos los aspectos de la vida. Así que vamos a arrojar un poco de luz sobre esto:

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Ventaja 1: Con tantos juguetes nuevos, el peque está la mar de entretenido haciendo cosas productivas. Sí, la casa está invadida de cosas, hay que recolocar, despejar, etc. Pero es que de repente él se pasa las horas jugando sin parar. Va rotando de uno a otro, pasando varias veces por sus favoritos, experimentado, investigando, aprendiendo, divirtiéndose mucho. Y, sobre todo, apenas pide tele y pantallas, que últimamente se estaba convirtiendo en un asunto difícil de gestionar. Estoy encantada de verle tan concentrado y feliz.

Ventaja 2: La magia forma parte de nuestras vidas durante unos días. Nunca tuve claro qué haría si sólo fuera decisión mía, quizá no le contaría historias sobre los personajes que nos visitan y traen regalos esos días, no lo sé. Pero bueno, como formamos parte de un contexto social que tiene mucha importancia en nuestras vidas, y que hay que cuidar y respetar, nos unimos a esto también. Y de repente me veo que soy yo la que más insiste en la historia, contándole una y otra vez que va a venir tal personaje, que le va a traer regalos, que le han dejado regalos en varias casas (algunos aún no los hemos recogido, jeje), que como saben que tal persona le conoce y le quiere mucho pues también le han dejado un regalo ahí… Y es algo muy bonito, la verdad, lo estoy disfrutando. Él aún no se entera mucho, el año que viene habrá que tomárselo más en serio, pero a mí ya me está molando.

Ventaja 3: Salimos de la rutina, vivimos experiencias nuevas y diferentes, y eso siempre es enriquecedor. En esos días vemos a gente con la que no quedamos habitualmente, a algunos sólo les vemos una vez al año. Además, incluso con los que sí coincidimos a menudo, como los abuelos, hacemos cosas distintas, comemos cosas diferentes, incluso nos comportamos de otra manera. Uno de mis grandes objetivos en la educación de mi hijo es aportarle la mayor variedad de experiencias posibles, para que descubra qué le gusta, profundice en su autoconocimiento y se desenvuelva cómodamente en diversos contextos. En estas fechas eso viene dado, no hay que buscarlo, y es de agradecer.

Ventaja 4: Los niños son tenidos en cuenta. Esto tiene su parte triste, porque significa que no siempre es así; hay muchos lugares, actividades y situaciones que obvian su existencia, no se preocupan por su comodidad ni por su bienestar; se les considera seres molestos, asunto de sus padres y punto. No digo que deban formar parte de todo, hay cuestiones que son exclusivas de los niños y otras de los adultos, y está bien que así sea. Lo que me entristece es que se les excluya tanto, que hayamos llegado a un punto en que te tengas que plantear «¿A dónde vamos, que voy con el niño?», y no haya muchas opciones. Pero bueno, ya reflexionaremos sobre esto. Lo bueno de la Navidad es que sí se piensa en los niños, hasta en los telediarios se les tiene en cuenta. Lo compartimos todo con ellos, disfrutamos juntos, practicamos la integración. Es precioso cuando esto sucede, nos aporta muchísimo a todos.

Ventaja 5: Es un contexto perfecto para plantear actividades significativas. Las posibilidades son infinitas, y dependiendo de las edades ya ni te cuento. Podemos preparar recetas con ellos, hacer un calendario de adviento, crear nuestra propia decoración, regalos, postales… ver películas y leer cuentos ambientados en Navidad, cantar canciones, investigar sobre el origen de los personajes, las tradiciones…hacer juegos con vocabulario específico, inventar cuentos, grabar un vídeo musical… La cuestión, como siempre, es partir de algo que les interese y les motive, y estar atento a sus propuestas; se trata de acompañarles en el proceso de aprendizaje, y no tanto de dirigirles.

Bueno, ¿y a vosotros qué os parece? ¿Sois de los que os gusta la Navidad o, como a mí, os da un poco de repelús? ¿Se os ocurren más ventajas?

Llegados a este punto… estoy cansada

Sí, estoy cansada. Diréis: «Normal, con un niño pequeño, lactante, que no va a la guardería, etcétera etcétera…». Pues no, no es la Sabina mamá la que está cansada. La Sabina mamá es una persona muy feliz, es la versión más feliz de Sabina que conozco (y no digo que a veces no me encuentre agotada de atender a mi hijo, y que viva esa terrible contradicción entre desear con todas mis fuerza pasar tiempo con él y a la vez que se duerma o que otra persona se lo lleve a dar un paseo… pero eso es para otro post, jeje). Tampoco es la Sabina que limpia la casa la que está cansada, lo cierto es que cada vez me exijo menos y me organizo mejor. Ni la Sabina pareja, en ese aspecto también soy una persona muy feliz y me siento querida, apoyada, respetada… y lo paso de maravilla cuando comparto tiempo con mi pareja. No es la Sabina «estudiante» (por llamarlo de alguna manera), siempre busco cómo aprender cosas nuevas, cómo formarme, pero eso es porque siempre me apetece.

Bueno, podría seguir así un rato, pero mejor voy al grano. La Sabina que se siente cansada, harta, frustrada y hasta los huevos, es la Sabina trabajadora. Más específicamente, la Sabina que trabaja desde hace unos 14 años en el ámbito de la Educación No Formal. Le he puesto pasión y corazón. He tenido tantos trabajos diferentes que hasta yo me pierdo. Es cierto que hay 3 principales: profesora de inglés, monitora de campamentos y directora de mi propia empresa de ocio educativo (se llamaba Planeta Alicia, este blog nació con ella); pero en serio, incluso dentro de estos 3, si me pongo a detallar, podéis flipar, y como añada el resto de la lista, tendría que dividir el post en varias partes, así que voy a sobreentender que os hacéis una idea.

Hace tiempo que no me siento a gusto en este ámbito laboral. Ahora mismo me muevo entre actividades con las que me siento cómoda y en las que creo, pero que no me aportan ninguna estabilidad, ni seguridad, ni me llegan para cubrir las necesidades mínimas; y otras que puntualmente sí me aportan esas cosas, pero en las que ya no creo. Y no se trata ni siquiera de decidir entre unas u otras, ya que ninguna de las 2, por sí solas, es suficiente. Y así ha sido siempre, rascando de aquí y de allá, compaginando todo lo compaginable, rebuscando qué nueva faceta podía aportar a este mundillo.

No me entendáis mal, yo quiero trabajar, me gusta trabajar. De hecho, si no necesitara trabajar, no dejaría de hacerlo. Y no me arrepiento de nada, todo lo que he hecho me ha aportado muchísimo (aprendizaje, autoconocimiento…). Simplemente he llegado a un punto en el que quiero un cambio, y uno grande.

El punto de inflexión, después de todos estos años de locura laboral, ha sido este verano. Hace 10 años trabajé por primera vez en un campamento. Desde entonces, lo he vuelto a hacer muchas veces (urbanos e intensivos, con niños, con adolescentes, con adultos con diversidad funcional, he sido monitora de apoyo de niños con necesidades especiales, he trabajado en A Coruña, Valencia y Logroño…) y siempre he dicho que trabajar en campamentos era lo que más me gustaba. Con toda esta experiencia a mis espaldas y creyendo que pisaba terreno seguro y conocido, voy y me encuentro con el verano más duro y alguna de las jornadas más surrealistas de toda mi carrera. Los motivos son muchos y variados (no voy a entrar en ellos, evidentemente), pero la cuestión es que he descubierto que ya no me gusta, que ya no es lo que quiero. Como soy una buena profesional, hago muy bien mi labor, independientemente de todo esto; pero creo que es un trabajo que debe hacerse con otro sentimiento. Un sentimiento que tuve, que quizá vuelva a tener, pero que ahora mismo no tengo.

Lo que sí tengo es una idea muy clara de lo que quiero: estabilidad. Jajaja, no pido casi nada; creo que me he equivocado de generación, de sector profesional y de mentalidad (la emprendedora). Pero realmente lo tengo muy claro, es lo que quiero y estoy dando los pasos para conseguirlo. Ahora bien, no puedo trabajar en algo en lo que no crea, no soy capaz de vender un producto u ofrecer un servicio si no me siento conectada con ello. Así que ahí va mi deseo completo:

Quiero un trabajo a media jornada, preferiblemente por las tardes (disponer de tiempo para la familia es primordial para mí; además, siempre voy a tener más de un proyecto en la cabeza, no puedo evitarlo), en A Coruña, en un espacio donde se vendan productos de crianza,  juguetes, libros.. (es decir, cualquier sitio donde se ofrezcan recursos educativos o para las familias). Si además es un espacio donde se presten servicios relacionados (tipo talleres, cuentacuentos…), mejor que mejor. Y si es un lugar que ofrece actividades en inglés para peques a partir de 3 años, pues también maravilloso. En cualquiera de ellos puedo aportar muchísimo, ya que sé de educación, sé de gestión, sé de atención al público (pues sí, aparte de todo lo que os he contado, también he sido dependienta, camarera y acomodadora… que sí, que soy un culo inquieto), estoy acostumbradísima al trato con familias, me gusta gestionar redes sociales… y además, si creo en el producto, me sale venderlo de forma natural (estos productos los conozco bien, tanto como profesional/educadora, como madre e, independientemente de lo anterior, como persona apasionada de la crianza y la educación). Creo que mi deseo es totalmente coherente, y quería plasmarlo por escrito porque, aunque llevo unos meses con este proceso y ya he dado algunos pasos, ha llegado el momento de ponerme las pilas e ir a por todas, y nada mejor que expresarlo y dejar constancia para darme el empujón que necesito.

Deseadme suerte 😉

Proponemos actividades: crea tu propio reloj

Otro curso que termina, alumnos de los que me despido para siempre, otros a los que volveré a ver en unos meses… Y, como siempre, mucha experiencia y mucho aprendizaje, siento que más para mí que para ellos, jeje. Cada año es tan enriquecedor en tantos aspectos; es lo que tiene trabajar con personas, todos tenemos mucho que aportar y mucho que compartir, y en la relación entre educador y educando suceden tantas cosas…

Bueno, dejo de divagar y me centro, que hoy quiero contaros algo muy concreto. Quiero compartir una de las actividades que hemos realizado este año en las clases de inglés: hemos aprendido a decir la hora con un reloj interactivo muy especial. Hace un tiempo me encontré con esta interesante propuesta: un reloj Montessori DIY. Se me quedó el gusanillo de hacer algo similar, adaptado a mis necesidades (bueno, a las de mis alumnos). Y esto es lo que salió, mi propio reloj inspirado en Montessori. Te lo cuento paso a paso.

Primero, preparé una plantilla muy sencillita para imprimir. En vez de círculos, opté por cuadrados para insertar los números, para facilitar el trabajo de recortar. La imprimí en un folio y recorté el contorno y los huecos para los números.

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Elegí 2 colores de goma eva (verde y rosa, pero eso al gusto, claro) y utilicé la plantilla para recortar el verde y vaciar los cuadraditos.

20170417_115226[1] 20170417_115912[1]

Con el rosa, en cambio, recorté un círculo por un lado, para utilizarlo de base, y utilicé otro trozo para los cuadrados. Después los numeré con un rotulador permanente:

-Los verdes: del 1 al 12, para marcar las horas.20170418_115105[1]

-Los rosas: 00, +05, +10… -10 y -05, para indicar los minutos.

Luego los pegué entre sí por parejas: el 1 verde con el +05 rosa, el 2 con el +10…

El círculo verde va pegado sobre el rosa, y ya se pueden colocar los números; como el de abajo no tiene huecos, los números sobresalen, como si estuvieran en relieve, y son muy fáciles de poner y quitar.

20170419_125106[1]Sólo faltaban las agujas, la rosa más larga, que es la que indica los minutos. Con un sacabocados, les hice agujeritos en un extremo. Cogí un trozo de goma eva sobrante e hice algunos agujeritos más, para tener varios circulitos sobre los que enganchar las chinchetas, una por delante y otra por detrás, para no pincharnos al manipular el reloj.

 

¡Listo! ¡A jugar!

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¡Ah! Para facilitar el aprendizaje de las horas en inglés, utilicé unos cartelitos donde escribí con letra cómo se dice cada una. Así, como primera actividad, jugamos a colocar cada cartelito en el lugar que corresponda. Después vamos preguntando y diciendo la hora y, cuando se van sintiendo seguros, retiramos los cartelitos y seguimos jugando. Por último, dejaríamos de utilizar los números rosas. Pero sin prisa, respetando como siempre el ritmo de aprendizaje de cada uno y divirtiéndonos con el proceso. Además, hay que tener en cuenta que a los niños el concepto del tiempo les cuesta mucho, es algo que les resulta muy ajeno, así que nos toca ser empáticos y muy pacientes a la hora de trabajar estos conceptos.

20170419_200824[1]

Espero que os haya gustado y que os resulte útil esta propuesta. Y, si os animáis a hacer vuestro reloj, contádnoslo, porfi 😉

La música en nuestra familia (y algunas recomendaciones)

Para empezar, os dejo la que viene siendo nuestra banda sonora en casa últimamente:

Se trata de la canción de Chocolata, el primer tema del libro con CD «Máis contos en cantos» (editado por OQO), de Almudena Janeiro, una de nuestras últimas adquisiciones musicales. La verdad es que el ejemplar está lleno de temazos, pero Chocolata debe de tener algo especial, porque desde la primera audición a mí se me pegó y a él le encanta; la uso para dormirle, en la ducha y en cualquier momento.

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La música es muy importante para nosotros. Tanto papá como mamá tenemos una relación profunda con ella, él con la percusión y yo con la cuerda. Ambos, aunque de maneras muy diferentes, hemos estudiado música, hemos tocado en grupos, hemos compuesto temas. La verdad es que él es más músico (en el sentido de intérprete), y a mí me gusta más utilizar la música como recurso para mi trabajo. En cualquier caso, como os podéis imaginar, en casa hay muchos instrumentos: violoncello, guitarra, congas y mucha pequeña percusión. ¡Ah, y ahora también un guitalele, que el otro día fue el cumple del peque!

La segunda mitad del embarazo, íbamos a una actividad de musicoterapia prenatal, preciosa y maravillosa, impartida por Carla López, de Musicoterapiactiva. Y también fuimos varias veces a los ensayos del grupo de papá y a conciertos. Todo esto se notó cuando el peque nació; conecta con la música, le relaja, ha sido un recurso importantísimo desde su primer día de vida. Nunca perdemos oportunidad de llevarle a conciertos, de que experimente con instrumentos, escuchamos música con él, cantamos muchísimo… Y al poco de nacer empezamos a ir a la actividad de musicoterapia para bebés que también imparte Carla en su centro; y es una auténtica gozada ver su evolución, cómo va reaccionando, cómo interactúa, se emociona, disfruta… es un tiempo valiosísimo para nosotros.

Quiero haceros un par de recomendaciones más. Hay un disco que nos encanta a los tres desde el principio; las primeras veces que lo escuchamos el bebé se quedaba como hipnotizado. Se trata de una recopilación de versiones de nanas gallegas (cantigas de berce), con unos arreglos espectaculares, yo diría que recomendable aunque no tengas bebés, porque es preciosísimo. Se llama «Non hai berce coma o colo» (editado por Kalandraka).

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Y, por último, «Fíos do querer» (editado por Miudiño), de Cé orquestra pantasma. Este fue su primer concierto, no tenía ni un mes el peque. Fue una presentación del disco en una librería, para niños de 0 a 3 años, y el mío era el más peque de todos. Recuerdo que en cuanto empezó la música se relajó y durmió todo el bolo; se le veía tan plácido y feliz. El repertorio me encantó, son canciones que incluyen propuestas dinámicas para jugar con los niños o para introducir en situaciones de la vida cotidiana, una lindura:

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Aquí os dejo una pequeña muestra de este último:

Antes de despedirme, quisiera puntualizar una cosa. No sólo escuchamos música «para bebés» o música «infantil», escuchamos de todo, lo que surja o lo que nos pida el cuerpo. En este post os recomiendo 3 discos específicos para niños porque es música que he descubierto a raíz de mi maternidad, no porque considere que haya que diferenciar entre música «para niños» y música «para adultos». La música es música, para todos, es un lenguaje universal. Creo que lo más importante es que sea significativa para vosotros, eso hará que los peques conecten también con ella. Cread vuestra propia banda sonora familiar sin restricciones 😉

¿Y tú qué? ¿Cuáles son vuestras músicas especiales en familia? ¿Tienes alguna recomendación que te apetezca compartir?

¿Pides permiso cada vez que vas al baño?

Uno de esos hábitos que tendemos a inculcar a los niños y que, si te pasar a pensarlo, no se va a corresponder con la realidad en su vida adulta (a no ser que estén en prisión), es el de pedir permiso para ir al baño. Lo tenemos interiorizadísimo. En la escuela (o en campamentos, actividades extraescolares…) hay una norma que se repite una y otra vez: si quieres ir al baño tienes que levantar la mano y, cuando te concedan la palabra, pedir permiso para ir, a ver si te dejan o no. Imaginaos el mismo proceso en otro contexto, o con otra edad; resulta ridículo, ¿verdad?

El tema es, ¿cuál es el objetivo de esto? Para mí se reduce a una cuestión de seguridad. Cuando un adulto está a cargo de un grupo de menores, es necesario tener controlados a todos los miembros en todo momento. Por tanto, si uno va al baño hay que saberlo. ¿Creéis que los niños tienen esta idea en la cabeza? Porque yo creo que lo que les estamos transmitiendo con este proceso es sumisión y falta de respeto a su intimidad y a sus necesidades. ¿A qué viene que todo el grupo se entere de que esa persona va al baño? ¿Y si es una persona pudorosa y, por no decirlo en voz alta, se aguanta las ganas, lo cual es contraproducente para su salud?

Para mí, este es sólo un ejemplo de cómo la escuela (y hablo de la escuela convencional y generalizando, sé que hay centros y profesionales que manejan el tema de una forma más respetuosa y coherente) es un ambiente artificial, poco significativo en el mundo real, y peligrosamente parecido al sistema penitenciario en muchos aspectos.

Ah, y otro proceso habitual, el de llevar a todos los niños al baño a la vez y obligarles a hacer pis. A mí me resulta surrealista. Entiendo que a veces, por cuestiones de tiempo, estructura de los espacios, ratios y demás, es más práctico llevar a todo el grupo al baño a la vez en determinados momentos. Y yo, como educadora profesional que soy, también lo hago. Pero obligar a alguien a hacer pis… no me entra en la cabeza; quien quiera que vaya y quien no, pues no.

Yo, si un niño me pide para ir al baño, le dejo ir; de hecho suelo contestar: «Por supuesto», porque no concibo que alguien no pueda ir al baño cuando quiera. Evidentemente, si con un niño o grupo concreto el tema se complica porque utilizan las visitas al baño para otras cosas, pues habrá que gestionarlo y aplicar medidas. Pero no creo que a priori haya que considerar que va a haber problemas, hay que prevenir y, en caso de que surjan, buscar soluciones, pero siempre con respeto y coherencia.

He aquí mi propuesta: plantear a los menores las cosas como son, ni más ni menos. Explicarles que necesitamos saber dónde están si abandonan el espacio común, porque si no, no nos enteraríamos si les pasara algo; así que es necesario que, cuando necesiten ir al baño, nos avisen antes de salir. Es mejor que se acerquen al adulto y se lo comuniquen en bajo, para no interrumpir la dinámica del grupo. Y ya está, es muy sencillo. Cambiar el «pedir permiso» por el «avisar».

¿Tú cómo manejas este asunto? ¿Y cómo te gustaría que lo hubieran manejado cuando ibas a la escuela?

La lactancia me hace feliz

Acabamos de cumplir 6 meses. 6 meses de lactancia materna exclusiva y a demanda (a excepción de un pelín de fórmula que le dieron en el hospital su segundo día de vida, porque le bajó un poquito la glucosa). Ahora toca empezar con la alimentación complementaria, que seguiremos combinando con lactancia materna a demanda. Y no sé hasta cuando, ni tengo necesidad de planteármelo.

Por un lado, mi situación laboral, aunque muy inestable, tiene una gran ventaja: me permite pasar mucho tiempo con él y, cuando no estoy, me saco leche y se la dan, así de fácil. Llevamos haciéndolo así desde que cumplió 2 meses; al principio yo trabajaba horas sueltas por las tardes, un día 1 hora, otro 2… y sólo una tarde la tenía completita y pasaba unas 5 horas fuera. Ahora estoy a media jornada, 4 horas por las mañanas, y al ladito de casa. Claro, así es muy fácil, la verdad es que en ese sentido somos muy afortunados.

Por otro lado, a nivel personal e independientemente de las circunstancias, yo quiero darle el pecho a mi bebé. Por muchas razones: porque es lo mejor para él, porque es lo más cómodo y económico, por los beneficios que tiene para la salud de ambos… y, sencillamente, por el placer que siento al hacerlo. Me hace feliz.

Es raro, cuando estaba embarazada recuerdo la curiosidad y la incertidumbre ante tantas cosas: ¿cómo será cuando el bebé te da patadas? ¿cómo será una contracción? ¿cómo será cuando mama?… Y después, en un momento, todo ello se incorpora y se naturaliza, como si llevaras haciendo y sintiendo esas cosas toda la vida.

Mi marido dice que da gusto vernos. A veces me quedo dormida mientras mama, de lo mucho que me relajo. Es cierto que requiere una gran disposición, que muchas veces tienes que interrumpir lo que estés haciendo, etc. Pero todo ello pierde valor, pasa a un segundo plano (o tercero, o cuarto…). Para ir al cine o tomarme una copa tengo toda la vida, pero esto es ahora, y sé que va a pasar más rápido de lo que me gustaría, así que toca disfrutarlo al máximo.

Es cierto eso que dicen, no hay nada más bonito que tu bebé. Pero voy a ir un poco más allá. No hay nada más bonito que tu bebé mamando de tu pecho. Y ya si se aparta un momento para mirarte y sonreírte, ahí se para el mundo 😀

 

Antes de irme, un par de recomendaciones (no me pagan por esto ni nada, ¿eh? os las aconsejo porque a nosotros nos van genial):

-La página de Alba Lactancia y su grupo de consultas de facebook.

-El blog de Maternidad Comtinuum.

-Los servicios de Parideiras (nosotros tuvimos que recurrir a Vicky cuando llevábamos un par de días en casa porque yo no sabía cómo ablandar el pecho cuando sube la leche y el peque no era capaz de mamar con el pecho tan duro; la situación nos desbordó un poco,  no sabíamos cuál era el problema, pero gracias a Vicky la superamos y aquí estamos).

-Y, si necesitais un sacaleches, yo uso el de Medela Swing, y me resulta comodísimo, facilísimo y su biberón Calma está muy bien si necesitas darle tomas con biberón pero quieres evitar que afecte a la lactancia.

Lecturas recomendadas: «Cómo multiplicar la inteligencia de su bebé»

DOMAN_MULTIPLICAR INTELIGENCIA

 

Yo no soy de métodos, me gusta tomar lo que me sirve y utilizarlo a mi manera, sin doctrinas y sin cerrarme a otras opciones. Pero cuando descubrí este método, leyendo a Laura Mascaró, me llamó mucho la atención y me dio muchísima curiosidad. Especialmente, porque la «Ley Infalible» es:

«Si usted no lo está pasando de maravilla, o si su hijo no lo está pasando de maravilla, déjenlo. Están haciendo algo mal»

Así que decidí comprar el libro y profundizar un poco en el tema.  Aún no hemos empezado a aplicarlo, pero la verdad es que la teoría me ha convencido y me apetece mucho ponerme a ello; en los próximos meses empezaremos el programa de lectura, ya os iré contando.

Para introduciros un poco en el tema, lo que propone Doman es una serie de programas a realizar con el bebé para introducirle en la lectura, las matemáticas, etc a través del juego. Todo con materiales que fabricas tú en casa (con cartulina blanca, rotuladores y poco más); las actividades se distribuyen en sesiones muy breves en las que se van introduciendo poco a poco elementos nuevos (por ejemplo, la lectura empieza con palabras sueltas, luego pasas a las parejas de palabras, luego oraciones…). En la sesión tomas un conjunto de cartulinas, las muestras al bebé y le dices lo que pone. Todo ello siguiendo unas pautas y recomendaciones muy concretas pero, a mi modo de ver, muy coherentes, y lo suficientemente abiertas como para que se puedan adaptar a cada caso particular (que es algo para mí fundamental, no todos los niños son iguales, ni todos los adultos, ni todas las circunstancias… así que la flexibilidad nunca sobra).

A mí se me presenta un dilema con todo esto, y es que no soy partidaria de sobreestimular a los niños, y considero perfectamente válido no forzar el aprendizaje de la lectura y esperar a que cada uno aprenda cuando quiera (creo que, en la sociedad en que vivimos, van a  aprender de un modo u otro, siempre que en su contexto se les motive mínimamente: que vean que los adultos leemos, que compartamos lecturas con ellos, que juguemos con la palabra escrita…). Pero, por otra parte, la lectura es la puerta a la gran mayoría del resto de aprendizajes, y facilitar ese recurso cuanto antes no está de más. Además, si realmente aprenden así y podemos ahorrarles el tedio de «la M con la A, MA…», pues mejor que mejor. De todas formas, en este método no se pide al niño que lea, ni se le soborna ni nada, se le lee y, si el lee espontáneamente, estupendo, pero si no nada; todo dependerá de la edad en que se realice el programa, del niño y del adulto en cuestión, supongo que habrá de todo.

Yo le leo a mi bebé desde que nació, y ahora, con 5 meses recién cumplidos, disfruta muchísimo de esos momentos y muestra un interés enternecedor. Mi objetivo no es que sea un devorador de libros ni nada parecido, simplemente quiero facilitarle este gran recurso y ya veremos a dónde nos lleva.

¿Alquien ha aplicado este método y quiere compartir su experiencia con nosotros?

 

También te recomiendo:

“La crianza feliz”, de Rosa Jové

“El cerebro del niño”, de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson